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El año del escarabajo

Vicente

Hoy ha sido un día de sorpresas. Aunque todavía no se haya acabado, tiene un protagonista indiscutible: Vicente.

Hacía ya mucho tiempo que no nos veíamos, desde que se fue a trabajar a Suiza y yo continué con mi vida, yéndome a Salamanca, y en fin, todo lo que la mayoría sabéis. Pero a pesar del tiempo y de todo, Vicente siempre será una parte importante en mi vida. Porque los dos meses que pasé con él, aquí en mi pueblo fueron muy especiales.

Estaba con mi madre haciendo unas compras cuando alguien me toca el hombro. Me di la vuelta y ahí estaba, con el pelo más largo, barba de varios días y su inconfundible sonrisa. Mi corazón empezó a latir más deprisa al verlo y mi reacción fue de sonrisa instantánea y de extender la mano para saludarlo, no fuera a ser que alguien nos viera. No le importó, me cogío la mano, me acercó a él y me dio un abrazo fuerte.

- Ya me enteré de lo de tu hermano. No sabes cuánto lo siento.

Le agradecí el gesto y le dije que no se preocupara que ya todo había pasado, que ya no tenía más pena ni más lágrimas que echar. Que estaba tranquilo. Comenzamos a dar vueltas por el supermercado, hablando de nuestras respectivas vidas. Me contó que consiguió un muy buen trabajo pintando en la empresa del amigo de su padre, como ya me había dicho antes de despedirnos, dos años atrás y que le iba de lujo. Yo le conté mi periplo por Salamanca y mis andanzas, mis proyectos, mis cursos. Hasta que vino el tema de los novios. Le dije que en estos momentos yo estaba solo y soltero y él respondió que también.

- Cuando uno encuentra el amor, por mucho que pase el tiempo no es capaz de olvidarlo...

Me lo quedé mirando y me lanzó un guiño y una sonrisa pícaros. Mi reacción fue de vergüenza y tratando de que no fuera a mayores le indiqué que siguiera andando. Hablamos durante poco más de media hora sobre "del tiempo", hasta que mi madre bajó del piso de arriba y me dijo que la esperara que iba a la librería. Momento que Vicente aprovechó para pedirme que lo acompañara fuera. Os parecerá una tontería, una chiquillada de quinceañeros, perodetrás del supermercado me dijo que lo que menos fue capaz de olvidar eran mis besos. Acto seguido acercó sus labios a los míos, luego me miró, sonrió y se fue.

En fin, que no me esperaba verle después de dos años en los que ninguno de los dos había sabido del otro, pero no importó, porque todavía quedaba algo de lo que hubo.

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